jueves, 4 de octubre de 2012
FAMILIA EN AUSTRIA ELIMINANDO AL MAXIMO EL CONSUMO SINTETICO
Mire a su alrededor. Posiblemente vea muchos objetos de plástico que considera imprescindibles: el ordenador, el teléfono móvil o las tarjetas de crédito. Una familia austríaca vive desde hace tres años limitando al máximo el consumo de ese material sintético.
La experiencia de esos tres años los relata Sandra Krautwaschl en un libro titulado "Plastikfreie Zone" ("zona libre de plástico", en alemán) que se publicó recientemente en una gran editorial alemana.
Todo comenzó en el verano de 2009, cuando durante unas vacaciones en Croacia sus tres hijos le preguntaron continuamente sobre el origen de toda la basura de plástico que flotaba en el mar y se acumulaba en la orilla.
Aún con esas preguntas rondándole la cabeza, Krautwaschl, una fisioterapeuta de 40 años que vive cerca de la ciudad de Graz, vio el documental "Plastic Planet", que alertaba sobre el efecto tóxico de esa sustancia tanto para nuestro cuerpo como para el planeta.
"Todo eso me llevó a decidir que debíamos cambiar algo en nuestras vidas", explica en declaraciones telefónicas.
Werner Boote, el director de la película, alertaba en su obra de que hay ya más partículas diminutas de plástico en el océano que plancton, indispensable en la cadena trófica.
Por eso, los humanos también tenemos ya trazas de ese material sintético en la sangre sin que sepamos cuál es su efecto sobre la salud a largo plazo.
Después de que su marido y sus tres hijos aceptaran el proyecto, en principio de un mes, la familia Krautwaschl decidió sacar a la calle todos los productos de plástico: juguetes, fiambreras, muebles de jardín, electrodomésticos y ropa, objetos tan presentes que casi se habían convertido en invisibles.
Además empezó a escribir un blog en Internet en el que relata su experiencia y que se convirtió en la base de su libro.
"El problema no es el plástico en sí, sino la forma derrochadora en que lo utilizamos. Y también que prestamos poca atención a sus efectos sobre la salud a largo plazo", recalca Krautwaschl sobre el uso de un material que tarda siglos en degradarse.
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